martes, 11 de agosto de 2009

Misión Chile, lo peor de las acciones encubiertas de Estados Unidos.


Como ninguna otra, la Misión Chile encarnó lo peor de las acciones encubiertas de la CIA, con una serie de abusos y descaradas intervenciones en la política chilena. No obstante, Henry Kissinger y el general Alexander Haig, ex jefe de Gabinete en la Administración Nixon, declararon que la Casa Blanca no conoció ni autorizó el golpe de Estado en Chile.

Los archivos del Congreso almacenan unas viejas hojas de papel que son parte del material no destruido que sirvió para comprobar una de las más extensas y costosas operaciones de Inteligencia y espionaje a cargo de la CIA. La misión fue concebida el 15 de septiembre de 1970, en la Casa Blanca. Richard Helmes, director de la agencia, escribió con una caligrafía que denotaba prisa las instrucciones que surgieron del presidente Richard Nixon:

“Hay tal vez sólo una posibilidad en diez, pero salvemos a Chile”, pidió Nixon de acuerdo con el recuento garabateado de Helmes, durante una reunión a la que asistieron Henry Kissinger, asistente para Asuntos de Seguridad Nacional, el director de la CIA y el procurador general. “Diez millones de dólares están disponibles y más si resultan necesarios. Será un trabajo de tiempo completo, con nuestros mejores hombres”, dijo Nixon de acuerdo con las memorias escritas de Helmes.

Ese episodio ocurrido en la Casa Blanca, relatado por Helmes al Comité Church que investigó las operaciones federales de espionaje, reveló en los años setenta las acciones encubiertas que la CIA había realizado y realizaba en todo el mundo. Aunque el comité nunca pudo determinar desde qué esferas del Gobierno se autorizaron esas decisiones, quedó claro que Estados Unidos invirtió millones de dólares para desestabilizar países, empeñado en frenar el avance del comunismo.

“Ninguna otra actividad ha provocado tanta controversia y prejuicios contra los Estados Unidos como las acciones encubiertas de inteligencia y espionaje. La CIA ha sido acusada de interferir en asuntos internos en todo el mundo, de Irán a Chile, del Tibet a Guatemala, de Libia a Laos, de Grecia a Indonesia. El país ha sido acusado de provocar cada crisis y problema que se presenta en cada país”, juzgó el Comité senatorial.

Pero como ninguna otra, la Misión Chile encarnó lo peor de las acciones encubiertas, con una serie de abusos y descaradas intervenciones en la política chilena, aun cuando hay contradicciones en los testimonios reunidos por el Comité Church. Por una parte, Henry Kissinger y el general Alexander Haig, ex jefe de Gabinete en la administración Nixon, declararon que la Casa Blanca no conoció ni autorizó el golpe de Estado en Chile.

Pero los oficiales a cargo de la CIA testificaron que todos los planes fueron aprobados y monitoreados por la Casa Blanca.

Helms dijo al grupo de senadores que el presidente había decidido que un régimen encabezado por Allende era inaceptable para Estados Unidos. “Nixon pidió a la agencia advertir a Allende que no debía tomar el poder o sería derrocado. El presidente autorizó 10 millones de dólares para este propósito y dijo que habría más dinero si fuera necesario”, declaró en su testimonio.

El recuento de Kissinger sobre la reunión del 15 de septiembre de 1970 concuerda con el de Helmes, aunque no recuerda que las instrucciones de Nixon fueran tan precisas. “La instrucción esencial a Helmes fue que persuadiera a Allende para que no se sentara en la silla presidencial”.
DATOS CLAVE

El Comité senatorial se declaró incapaz de resolver con su trabajo investigativo ese conflicto de testimonios, pero los hechos comprobados entonces demostraron que eso no era lo importante. Lo clave fueron los datos que surgieron en los testimonios, las entrevistas y la revisión de expedientes secretos: Estados Unidos invirtió cerca de 12 millones de dólares en acciones de espionaje e inteligencia en Chile.

El capítulo denominado “Acción Encubierta en Chile” del Comité Church reveló que la acción en ese país entre 1963 y 1973 fue extensa y continua. La CIA invirtió tres millones de dólares para influir en el resultado de las elecciones de 1964. Ocho millones de dólares se gastaron secretamente entre 1970 y el golpe militar de 1973. Más de tres millones de dólares fueron destinados por Estados Unidos a esa misión sólo en 1972.

Aun cuando el Comité Church decidió archivar como documentos secretos gran parte de sus descubrimientos vinculados con el detalle de las operaciones encubiertas en Chile, en las conclusiones permaneció un registro extenso del desarrollo de esa actividad: recolección de Inteligencia clandestina, enlaces con la Policía local y servicios de Inteligencia y contrainteligencia, apoyos a partidos políticos e infiltración de agencias y oficinas.

“¿Qué compró en Chile la CIA con el dinero de esta operación encubierta?”, se preguntó el comité. “Financió actividades cubriendo un amplio espectro, desde simple propaganda manipuladora con la prensa hasta apoyo a gran escala de partidos políticos chilenos, desde encuestas de opinión hasta tentativas directas para un golpe militar”.

Entre 1970 y 1973, la CIA y militares americanos establecieron contactos con militares chilenos para reunir materiales de inteligencia y permitir a Estados Unidos entrar en comunicación con el grupo con más posibilidades para derrocar a Salvador Allende.

En respuesta expresa al presidente Nixon, la CIA intentó directamente fomentar un golpe militar en Chile. Se entregaron tres armas a un grupo de oficiales chilenos. El general Schneider, opositor a un golpe de Estado, fue secuestrado y asesinado, pero de acuerdo con el comité, “aparentemente el grupo que lo secuestró no era el mismo que recibió las armas de la CIA”.

Cuando Allende fue proclamado presidente, la CIA fue autorizada para financiar a los grupos opuestos a Allende.

“Los esfuerzos fueron masivos”, relata el comité. Se gastaron ocho millones de dólares y el dinero se suministró a organizaciones de comunicación, partidos políticos y en cantidades limitadas a organizaciones del sector privado para apoyar el golpe de Estado que ocurrió en septiembre de 1973.
Cuba, el inicio de operaciones de contrainsurgencia

Un ex agente de la Fuerza Operativa W sintetizó la dimensión que alcanzaron las acciones contrainsurgentes alimentadas por Estados Unidos en la década de los sesenta: “Era así de simple: estábamos en guerra con Cuba”.

La Fuerza Operativa W fue el brazo de acción armada y contrainsurgente de la Operación Mongoose que la CIA desplegó entre octubre de 1961 y 1962 en Cuba. La agencia norteamericana puso en marcha una serie de estrategias de sabotage, propaganda política y operaciones paramilitares cuyo objetivo era desacreditar y derrocar el régimen de Fidel Castro.

Entre 1961 y 1970 las operaciones clandestinas dominaron las actividades de la Agencia Central de Información. Cuba sólo fue el inicio de una ruta de acciones que llevaron a Estados Unidos a invertir millones de dólares para armar a grupos contrainsurgentes en distintas partes del mundo.

El motivo de la fundación de las Fuerzas paramilitares financiadas por Estados Unidos fue esencialmente uno: el surgimiento de guerrillas comunistas en el sudeste asiático. Asesorado por Robert Kennedy y el general Maxwell Taylor, el presidente John F. Kennedy decidió que era necesaria la creación de un programa que permitiera suministrar armas entre grupos opositores al comunismo.

“En la década de los sesenta las operaciones paramilitares se convirtieron en la tarea dominante al interior de la CIA”, advirtió el Comité Church al revisar las operaciones de espionaje e Inteligencia financiadas por el Gobierno de los Estados Unidos hace más de cuatro décadas. “Hacia 1967 esas actividades rebasaron el presupuesto de las acciones políticas clandestinas”.

Ese esfuerzo contrainsurgente en Cuba coincidió con el incremento de las actividades clandestinas en América Latina. La percepción de una mayor presencia soviética tanto política como en grupos de guerrilla en Colombia, Perú y Bolivia resultaron en la expansion de la división de la CIA en el hemisferio occidental.

El fracaso de la misión de Bahía de Cochinos (abril de 1961) a cargo de tropas anticastristas entrenadas por la CIA no afectó la convicción de que Estados Unidos debía asumir una acción ofensiva contra el Gobierno cubano. El Comité Church reflexionó en una parte de sus investigaciones sobre ese empeño.

“Es difícil estimar la obsesión hacia Castro en los primeros dos años de la Administración Kennedy”, juzgó el grupo senatorial. “La presencia de un declarado líder comunista a noventa millas de la costa de la Florida era apreciada como una intrusión hacia la primacía de Estados Unidos en el hemisferio occidental y una amenaza directa a la seguridad norteamericana”.

La Administración Kennedy continuó sus esfuerzos de financiamiento a grupos contrainsurgentes y condujo misiones a gran escala en Laos y Vietnam, al inicio de 1962. En Laos la CIA implementó programas de abasto por aire y entrenamientos que de manera gradual evolucionaron en una operación de guerrillas a gran escala. Más de 300 pilotos y 30 helicópteros suministraron 46 millones de toneladas de arroz. Entre 1962 y 1965 la agencia trabajó con el Gobierno de Vietnam del Sur para organizar fuerzas policiacas y paramilitares.

El financiamiento de grupos paramilitares por parte de Estados Unidos no se limitó a Latinoamerica y Asia. En esos años la descolonización de África propició un incremento significativo en las actividades clandestinas de la CIA en ese continente. Entre 1959 y 1963 el número de estaciones de la agencia en Africa aumentó en 55 por ciento.

En las acciones paramilitares y de Inteligencia se gastaron millones de dólares. Sólo en Angola, en una etapa de la operación paramilitar, se invirtieron 25 millones de dólares. Los senadores se mostraron atribulados con los descubrimientos de la investigación: “Los hallazgos sobre actividades paramilitares sugieren que esas operaciones no sólo fueron anómalas, sino una aberración. Se ubican en esa crítica zona gris entre la influencia limitada y la intervención militar”.

Llevado a declarar por el comité, Henry Kissinger, secretario de Estado, dijo que al paso del tiempo creía que era un error haber establecido una política de guerra en Laos. “Creo que debimos haber encontrado otras alternativas”, reconoció.

El Comité Church estableció que la mayoría de las acciones paramilitares fracasó en el intento de favorecer un Gobierno acorde a los intereses de Estados Unidos.

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